sábado, 16 de junio de 2012

ALCOQUIMICA VS PETROQUIMICA

email enviado el 04/09/06

Eduardo Berdichevsky. ESPECIAL PARA CLARIN


En Argentina hay una PyME química que está tratando de cambiar su historia, pero, sin proponérselo, podría cambiar la del mundo. Es Química True, que acaba de recibir un modesto crédito de la Agencia de Promoción Científica para un proyecto conceptualmente nada modesto: iniciar una química industrial del carbono basada en el alcohol vegetal, no en el petróleo. Dicho de otro modo: buen día, alcoquímica. Adiós actual petroquímica.

Esto no lo está intentando, ni pensando, ninguna otra empresa en el mundo. Aún así, si el lector perspicaz intuye una relación entre esta iniciativa argentina y la movida de los biocombustibles que empiezan —con lentitud— a tratar de sustituir a los combustibles fósiles, tiene razón. Aquí la agronomía tendrá que sustituir a la geología como eje económico mucho antes que en el resto del mundo, porque el petróleo argentino se acabará antes que el de otros países productores.

Química True es una firma con más de 70 años en el mercado, y se dedica al "blending": importa derivados del petróleo que aquí no se producen, como etóxidos de alcanos y alquenos, o distintas aminas de etanol, que luego mezcla en diversos cortes para obtener líquidos para frenos, refrigerantes para motores y otros "repuestos", como se dice en el rubro automovilístico. Aunque es chica (factura 12 millones de dólares al año), domina el mercado local. Vende a todas las automotrices Argentinas, menos una.

True, en pleno recambio generacional, tragó mucha saliva cuando, a fines de 2001, los precios de los insumos se triplicaron junto con el valor argentino del dólar, y en 2004 volvió a hacer "glups" cuando los precios mundiales del petróleo perforaron el techo de los 70 dólares. Así, en el 2005 estaban listos para escuchar la propuesta que les hicieron la Fundación Innova—T y Gustavo Bianchi: buscar tecnologías para ir dejando la importación, el blending y el petróleo, y fabricar aquí los mismos productos de siempre pero por síntesis, a partir de alcohol vegetal.

Vale decir que Innova—T es una agencia de extensión, administración y promoción tecnológica del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), la mayor consultora tecnológica del país. Y que Bianchi es químico y científico de materiales oriundo de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Tuvo un ruidoso paso por el mundo petrolero, uno de cuyos hitos fue desarrollar tecnología argentina para San Antonio Pride, firma texana de servicios a pozos. Innovación con la que la empresa duplicó su facturación, que fue de 120 millones de dólares entre el 2003 — 2004.

Para hacerlo había que redireccionar hacia la química del carbono un desarrollo del Laboratorio de Procesos Catalíticos (LPC) de la Facultad de Ingeniería de la UBA, destinado a propulsar un submarino europeo.


Del submarino a los autos

A fines de 2004 el LPC se volvió famoso cuando le vendió en 400 mil dólares un conversor de alcohol vegetal (etanol) a hidrógeno a la multinacional española Abengoa. Esta megaempresa buscaba una fuente de hidrógeno para un proyecto militar: mover un submarino motorizado por una "celda combustible". El hidrógeno es un combustible limpio, ya que su oxidación produce agua en lugar de gases con carbono que alteran el clima. Pero es obvio que si se quiere un submarino de ataque, más que ecológico, interesa volverlo indetectable durante meses.

Con una silenciosa "celda combustible" de hidrógeno en lugar de un ruidoso motor diesel o nuclear, con el que podrá lograr mucho sigilo pero poca autonomía, ya que el hidrógeno, a fuerza de liviano, es una pesadilla almacenarlo. Pero si lo carga en forma de alcohol y lo convierte en hidrógeno a bordo, a demanda del motor... ¡Bingo! Tal vez pueda sumergirse durante semanas, o meses, y el enemigo no tendrá idea de su paradero.

Para sorpresa de Abengoa, el laboratorio con más publicaciones en el mundo sobre conversión de alcohol en hidrógeno estaba en Buenos Aires, y era LPC. La operación entre ambas partes se hizo con mediación de Innova—T, que por ser una ONG logró que el dinero fuera a parar al re—equipamiento del laboratorio, en lugar de disolverse en la contabilidad del estado. Pero Abengoa se quedó con la patente.

Ahora que el tema etanol—hidrógeno ya no es más marginal, Innova—T, deseosa de generar otras patentes valiosas que queden en el país, buscó dos salidas distintas a este desarrollo.

Una fue energética: un conversor portátil de baja potencia para un auto, máquina o herramienta movidos a hidrógeno. El proyecto recibió apoyo económico de la Secretaría de Ciencia y Técnica y de la empresa ENARSA, y está en ejecución a cargo de Guillermo Laborde, director del LPC.

La otra es química, motivo de la nota: una petroquímica sin petróleo. El proyecto con True acaba de recibir crédito de la Agencia de Promoción Científica y está a cargo de Norma Amadeo, vicedirectora del LPC. Innova—T se contactó con Bianchi, que puso como "pata industrial" del proyecto a Química True y quedó como Jefe de Tecnología.

Quienes en los '80 veían "Relaciones"(serie televisiva inglesa de historia de la tecnología) aceptarán que una idea submarinística se adapte a fabricar líquido de frenos para autos. Nunca se sabe a qué campo de aplicación va a parar un invento, y el primer sorprendido suele ser el inventor.

Pero cuesta creer que en lo de hacer líquido de frenos para autos a partir del alcohol haya una revolución tecnológica "en el huevo". Y más, que se incube en Argentina. Sin embargo, el escepticismo puede ser cómodo, pero miope. Porque la alcoquímica parece dibujada para la Argentina, a la que se le acaban el petróleo y el gas en el 2014, mientras que en otros países eso sucederá entre 2040 y 2050.

Pasa que el conversor del LPC que transforma etanol en hidrógeno tiene tres etapas catalíticas. La primera: un "reforming" en caliente que toma alcohol y lo vuelve "gas de síntesis", una mezcla de monóxido y dióxido de carbono, agua y metano. Las dos etapas restantes transforman este cóctel en hidrógeno ultrapuro, "grado celda combustible".

Pero el gas de síntesis es, desde hace un siglo, la materia prima con la que la petroquímica construye centenares de familias de moléculas con base de carbono, y esas moléculas son la base material del mundo moderno. La inmensa lista de productos petroquímicos va desde fertilizantes a plásticos, y desde fibras textiles a pinturas y aditivos para comidas. Es inacabable




http://www.clarin.com/suplementos/rural/2006/09/02/r-00801.htm

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