sábado, 16 de junio de 2012

FELICIDAD O PLACER ???

El sexo y la meditación comparten una misma identidad neurológica.
“El cerebro es más amplio que el cielo”, decía Emily Dickinson, de algún modo intuyendo, o tal vez sugiriendo, el hecho de que ahí radica la esencia microcósmica (hay que recordar que existe una notable relación estética entre las redes neuronales y el diseño de las galaxias).
En diversos estudios dedicados a observar al cerebro en acción, el hemisferio derecho parece ser el lado sexy de este órgano; se activa durante el orgasmo a tal grado que la corteza prefrontal derecha simula una especie de isla iluminada durante este arquetípico instante, en contraste con el resto del cerebro que aparece en completa penumbra.
Históricamente se le ha atribuido al hemisferio izquierdo el procesamiento del placer,  pues este se activa cuando recurrimos a memorias que nos provocan felicidad, cuando recordamos a un ser querido, en aquellos momentos ,es el más activo en personas alegres que rara vez pasan por etapas depresivas. Pero curiosamente durante el orgasmo, el hemisferio izquierdo, en lugar de propulsar  reacciones gozosas, permanece completamente dormido. Y este neuro misterio ha intrigado enormemente a los hombres de ciencia que dedican su vida a analizar los comportamientos del cerebro.
Hasta hace menos de una década la neurociencia poco sabía de los fundamentos científicos relacionados a los estados de gracia, al placer sexual, o a emotivas frecuencias similares. Sin embargo, en años recientes ha emergido un panorama mucho más claro en la relación del cerebro humano con el placer, una de las sensaciones, por cierto, que mayor peso tienen para determinar el registro psicoemocional de una persona. La felicidad, o  la alegría extasiante, tanto en un plano sagrado como en uno profano, disminuye la auto-conciencia del ser (concibiéndola más desde una perspectiva del ego y el sentido de ubicación espacial), además de que que altera la percepción corporal y reduce la sensación de dolor. Y mientras que el hemisferio izquierdo es presuntamente el protagonista del placer, lo cierto es que estos tres neuro-fenómenos se activan bilateralmente.
La ausencia de dolor puede estar explícitamente ligada al placer.  Sin embargo, las otras dos —perder el sentido de identidad y de los limites corpóreos— son más misteriosas.
La corteza prefrontal del hemisferio izquierdo se asocia con la felicidad, y no casualmente los niveles más altos de actividad en esa región que hayan sido medidos hasta la fecha, corresponden a monjes budistas del Tíbet meditando en el sentimiento de la compasión. Esto nos indica que la meditación actúa sobre los principales centros de placer en el cerebro y, aún más allá, este placer se acompaña de una transformación en nuestra auto-regulación emocional —si bien las personas que meditan fortalecen su auto-conciencia, ponen atención a sus pensamientos y sentimiento desde una perspectiva conceptual, y por lo tanto menos emocional o visceral, lo cual les permite estar en paz con su flujo interior.
Recordemos ahora que el placer también esta ligado a una pérdida de la conciencia ante los límites de nuestro cuerpo, lo cual, al igual que el ejercicio de la auto-observación, involucra ambos hemisferios. Tanto el orgasmo como la meditación diluyen nuestro sentido de los límites del cuerpo físico. En el caso de la meditación esto se logra a través de la auto-conciencia, pero enfatizando en la actividad de regiones específicas del cerebro, como los gyrus angulares del hemisferio derecho. En cambio, durante el orgasmo, el cerebelo es el que brilla, el que mayor actividad registra, debilitando de algún modo la conciencia del cuerpo físico perdiéndonos dentro del mismo y no observándolo “objetivamente”, como es el caso de la meditación.
En síntesis podemos concluir que existe una apasionante e íntima relación neurológica entre el máximo placer físico, proyectado a través del sexo, y el desarrollo místico al que una persona puede entregarse, principalmente la meditación.


Relexión: Quien sólo desea sexo, no ha disfrutado la felicidad de la meditación, comportándose como un animal mamífero, no como un ser humano autoconsciente.

Autor: Ananda Shakty

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